Borges, el dólar en Argentina y por qué la cultura en economía importa

“El Zahir” de Jorge Luis Borges es un fascinante cuento publicado en su enorme libro El Aleph. En sus pocas páginas la historia que nos cuenta el gran escritor argentino pone en manos del personaje, también llamado Borges, una enigmática moneda cuyo nombre es Zahir. El hecho fortuito de recibir esta moneda como vuelto por el pago de una caña en un almacén del bajo porteño cambia de lleno la suerte del personaje. A medida que se pierde en la oscuridad de la noche va también perdiéndose en la hondura de su memoria que, de manera creciente, solo empieza a retener una imagen, la de esa extraña moneda que recibió al cancelar el pago por su bebida. Borges conjura esos pensamientos con otros que repasan las propiedades del dinero. El personaje hace un inventario que podría encontrarse en muchos manuales introductorios sobre las propiedades y funciones del dinero. “Insomne, poseído, casi feliz, pensé que nada hay menos material que el dinero, ya que cualquier moneda (una moneda de veinte centavos, digamos) es, en rigor, un repertorio de futuros posibles. El dinero es abstracto, repetí, el dinero es tiempo futuro.” Pero el Zahir no encaja en este listado. Es una moneda-memoria: una vez que se entra en contacto con ella no puede dejar de pensársela. Para Borges, quien encuentra la pista en un viejo libro de los sufíes, no queda otra que “gastar” esta moneda y, como era de prever, solo hay una forma para hacerlo, pensar en ella una y otra vez. Borges, el escritor, sentencia su enorme cuento con la siguiente frase: “Tal vez, atrás de El Zahir esté Dios”.

Esta sentencia borgeana hace sentido con el modo que la sociología ha tomado como objeto el dinero. La construcción literaria juega con el desborde de significados y usos con respecto a las expectativas normales que se tienen sobre las funciones del dinero. Ese “desperfecto” entre expectativas y modos reales de usos y significados no sólo es aprovechado por el genial escritor argentino. En esa rendija también tiene su lugar un modo de construir preguntas, observaciones y análisis la sociología. Si nos apuran un poco, y tuviéramos que decirlo muy rápidamente, este “desperfecto” nos lleva a considerar que el dinero en la vida social hace muchas más cosas, además de ser unidad de cuenta, medio de intercambio y reserva de valor. La sociología sigue esta intuición y postula, por lo tanto, la necesidad de descubrir los usos y significados del dinero que desbordan sus propiedades atadas a esas funciones. Al realizar este movimiento, por supuesto, el entendimiento sobre qué significa el dinero y cual es su rol en la vida social queda alterado.

Este modo de analizar el dinero sugiere una serie de pistas claves para llevar adelante una interpretación sociológica sobre los significados y usos del dólar norteamericano en la sociedad argentina. En este texto quisiera comenzar compartiendo tres tesis subyacentes a esta interpretación, elaboradas a partir de Dólar Historia de una moneda argentina (1930-2019) escrito junto con Mariana Luzzi, para luego derivar de ellas consideraciones sobre la relación entre cultura y economía como condicionante de las políticas y regulaciones monetarias.    

Tesis 1: La restricción externa y la historia inflacionaria son condiciones necesarias, pero no suficientes para comprender los usos y significados del dólar en la Argentina.

La sociología del dinero enseña que las monedas no son entidades “autopropulsoras”, sino que las condiciones de posibilidad de sus usos están asociadas a complejos procesos de aprendizaje, que muchas de las veces damos por supuestos o naturalizamos, que permiten, a las personas decodificarlas, apropiarlas y manipularlas. Son estos procesos los que vinculan las dinámicas macroeconómicas y políticas y la generalización de una moneda. Viviana Zelizer, socióloga argentina radica en EE. UU. hace más de cuatro décadas, profesora de la Universidad de Princeton y el mayor nombre de la sociología del dinero en el mundo escribió un fascinante libro sobre la unificación monetaria alrededor del dólar en los EE.UU. a fines del siglo XIX y principios del XX. Este proceso es reconstruido “de abajo hacia arriba”, considerando cómo las personas van incorporando la nueva moneda en sus vidas cotidianas, el esfuerzo que realizan para hacerla compatible con sus relaciones sociales, sus dinámicas familiares y de género, etc… Este modelo ejemplar de análisis nos lleva siempre a mirar cómo la expansión de una moneda no se reduce a un decreto, ley estatal o condiciones macroeconómicas determinadas sino corresponde a reconstruir el proceso que podemos llamar de “familiarización monetaria”.

Esta perspectiva introduce plenamente la idea que no hay una relación causal necesaria directa entre dinámicas macro y generalización monetaria. En su lugar se pregunta sobre las “mediaciones culturales” que vinculan a contextos y prácticas monetarias. Como antes indiqué, las monedas no son entidades autopropulsoras, sino que requieren por parte de las personas aprendizajes para decodificarlas, manipularlas y apropiarlas. Las “mediaciones culturales” funcionan, por lo tanto, como “pedagogías monetarias”, para usar el termino del antropólogo argentino Federico Neiburg afincado en Brasil. Estas pedagogías enseñan interpretaciones, lenguajes, cálculos, entre otros instrumentos cognitivos necesarios para decodificar, apropiar y manipular monedas. Para que las pedagogías monetarias impacten en un público amplio y, muy especialmente, alejado del saber experto de la economía, y así impulse un proceso de generalización monetaria en la sociedad, tienen que ser dinamizadas por heterogéneos formatos. Podríamos decir que cuanto más alejados están estos formatos de la cultura experta y más se confunden y mezclan con dispositivos de la cultura de masas, es más probable que las monedas se vuelvan “populares”, presente tanto en la cultura de masas como accesible en sus múltiples usos y significados a amplios sectores sociales.             

De hecho, esto fue lo que sucedió con el dólar norteamericano desde la década del 50’ en nuestro país. El dólar cada vez fue ocupando un lugar más relevante en la cultura de masas a través de mediaciones culturales muy heterogéneas: desde las crónicas de la prensa que empezaron a cubrir al mercado cambiario con un lenguaje más accesible para el gran público, pasando por la publicidad, el humor gráfico y televisivo, el teatro de revistas, el cine y, si estiramos hasta el día de hoy este serie de mediaciones culturales, tendríamos que sumar a las redes sociales y los memes que repiquetean en nuestros celulares. La cultura monetaria argentina fue formateada por estos dispositivos culturales que familiarizaron al dólar como una moneda ordinaria en la vida económica y política de nuestro país.     

Por lo tanto, las restricciones externas y/o la historia inflacionaria son variables macro centrales para explicar el bimonetarismo de la economía argentina, pero se vuelven insuficientes para comprender el rol y las implicancias del dólar cuando asume el estatus de “moneda popular” en nuestro país.   

Tesis 2: Los usos y significados del dólar nunca fueron idénticos a lo largo de la historia reciente argentina.

La moneda norteamericana tuvo a lo largo del tiempo múltiples usos y significados que es necesario desagregar. Cuando se usa el termino bimonetarismo se suele iluminar el rol de la moneda norteamericana como reserva de valor en nuestro país. Desde el concepto de moneda popular captamos esta función, pero también otros usos y significados y sus modos cambiantes a lo largo del tiempo. Una de las principales hipótesis que guían a la sociología del dinero es que el dinero nunca es igual a sí mismo. Los usos y significados del dólar en la Argentina de la década de 1950 no son los mismos que los de las décadas de 1970 o 1980, o que los de la de 1990. Cada etapa en la popularización del dólar representa una innovación con relación a usos y significados heredados del pasado.

A lo largo del tiempo, las dinámicas fueron heterogéneas. La popularización del dólar varió en extensión: cada vez más grupos sociales se fueron vinculando con el mercado cambiario (desde las elites económicas y estatales en los años 40 y 50 a los grupos asalariados y jubilados, mujeres y jóvenes algunas décadas después). Varió la generalización: cada vez más mercados y transacciones tomaron a la divisa norteamericana como unidad de referencia o medio de pago (del mercado turístico en la década del 50’ al mercado inmobiliario, pasando por el del arte, el de autos e incluso en crisis como las de 1989 llegando a ser medio de pago de servicios cotidianos como los de plomería o asistencia psicológica). Y varió la intensificación: aumentó la atención pública prestada a la moneda norteamericana (desde la atención puesta por actores del comercio exterior hasta convertirse en un indicador político central en los procesos electorales desde el retorno de la democracia en 1983 para adelante).

Dólar. Historia de una moneda argentina (1930-2019) propone la siguiente periodización. La primera etapa de la popularización del dólar en nuestro país se ubica entre fines de la década de 1950 y principios de la de 1970, un período signado por una fuerte inestabilidad política y económica que se manifestaba, entre otras cosas, en una serie de devaluaciones periódicas de la moneda nacional. En ese período el dólar dejó de ser referencia exclusiva para los expertos de la economía o de la política y empezó a resultarle familiar a un público más amplio. La prensa cubría los movimientos bruscos del mercado cambiario, la publicidad convirtió al dólar en unos de sus íconos, la moneda norteamericana empezó a estabilizarse como termómetro de la realidad económica y política. Desde mediados de la década de 1970 hasta fines de la de 1980 –durante lo que los economistas suelen denominar régimen de alta inflación– la popularización del dólar se expandió y profundizó: una proporción creciente de distintos sectores sociales lo incorpora a sus repertorios financieros. Al mismo tiempo, algunos mercados domésticos pasan a utilizar el dólar como unidad de referencia y medio de cambio. En 1977 aparecieron los primeros avisos clasificados que nominaron en dólares los precios de los inmuebles a la venta.

La hiperinflación de 1989 señala sin dudas una inflexión en ese proceso. Ese año, que es también el del primer cambio presidencial posterior al regreso de la democracia en 1983, el dólar ocupó toda la atención pública: la fijación de precios y la realización de pagos en esa moneda alcanzaron a los servicios más cotidianos.

Tras esa experiencia de crisis monetaria terminal, no llama la atención que el régimen de convertibilidad (1991-2001) haya sido planteado como un intento de legalización de prácticas que ya estaban extendidas, es decir, calcular, pagar, ahorrar e invertir en dólares. Los diez años de estabilidad cambiaria fueron también de cierto disciplinamiento económico, de la mano de una profunda transformación del sistema financiero, que se concentró y abrió al capital extranjero al tiempo que creció la dolarización de los depósitos y los créditos bancarios. Las dramáticas consecuencias de ese proceso quedaron al desnudo en la crisis de 2001.

Esta crisis, y el nuevo ciclo político que se inició en 2003 no significaron el fin del largo proceso de integración de la moneda norteamericana en los repertorios financieros de los argentinos, pero sí introdujeron algunas novedades en esa historia de larga duración. La tesis que el dinero nunca es igual a si mismo habilita descubrir contextos de uso y significados del dólar en nuestra sociedad no reductibles al termino bimonetarismo. Un ejemplo reciente en esta larga historia.

La crisis de 2001-2002 que fue la primera en que actores como los ahorristas o los deudores hipotecarios, movilizados de manera sostenida, articularon demandas específicas con relación a la moneda norteamericana. Cuando el gobierno de Cristina Kirchner restableció controles cambiarios con el propósito de frenar la caída de reservas, los opositores a su gobierno se movilizaron para reclamar por este nuevo derecho fundamental en Argentina: poder comprar dólares libremente. En ese periodo la desdolarización de la economía fue definida como una batalla cultural central por el gobierno. La asociación entre participación en el mercado cambiario y reclamo de derechos tendrá gravitación importante en el resultado de las elecciones que llevaron a Mauricio Macri a la presidencia de la república. En la campaña electoral de 2015 el candidato opositor prometió a su electorado que una vez que asumiese iba a liberar el mercado cambiario y cumplir con esta demanda de derechos. A la semana de ganar las elecciones, puso fin al “cepo” aunque estas medidas dejaron severas consecuencias para el resto de su mandato. Mientras el gobierno logró financiamiento externo —a condición de un feroz endeudamiento— pudo mantener el mercado cambiario liberado. Sin embargo, en el año 2018 este financiamiento tuvo un final abrupto y durante largos meses la moneda argentina tuvo bruscas devaluaciones. La suerte del gobierno de Macri quedó atada a un dólar que sin restricciones lo terminó sepultando.

Tesis 3: La popularización del dólar alimenta su centralidad política y viceversa.

Las diferentes velocidades de la expansión, generalización e intensidad de la moneda norteamericana en nuestro país ayudan a mostrar la “relativa” autonomía entre el dólar como moneda inserta en repertorios financieros y múltiples mercados (dimensiones de expansión y generalización) y el dólar como moneda de interpretación de coyunturas políticas y económicas (dimensión de intensificación). Esta dualidad del rol del dólar en nuestra sociedad queda opacada si usamos el termino bimonetarismo, ya que éste recupera solamente las funciones tradicionales de las monedas. Esta dualidad estalla recurrentemente en la cara de quienes asumen las gestiones económicas de los diferentes gobiernos.  

Éstos deben responder a la pregunta que aguijona desde las entrañas del mercado cambiario “¿Cómo un mercado tan “chico”, donde participa poca gente, genera problemas tan “grandes”? La respuesta es clara: la popularización del dólar en la argentina implicó que las interpretaciones sobre los vaivenes del mercado cambiario sean no solo familiares para gran parte de la sociedad, sino que además sean instrumentos poderosos de evaluación de coyunturas políticas y económicas.

El dato sociológico clave, por lo tanto, no es solo que la economía argentina es bimonetaria, sino que además el dólar es también una moneda “popular”, lo que implica fuertes resonancias políticas.

Desde 1983 y a medida que pasaron los años, el mercado cambiario fue consolidándose en una verdadera institución política de la democracia realmente existente. La sociedad argentina se encuentra atrapada en la ley de hierro de un proceso que se retroalimenta: la popularización del dólar es la fuente de la centralidad no solo económica sino también política de la moneda norteamericana, y esa misma centralidad intensifica su carácter de moneda popular argentina. Los actores políticos (oficialistas y opositores) miden sus chances de éxito o fracaso a través del escurridizo valor de la moneda norteamericana. Más se escapa el dólar, más se aleja para el gobierno la posibilidad de un triunfo electoral. Mientras tanto, los ciudadanos de a pie no pueden dejar de prestar atención a las oscilaciones del billete verde. En ellas leen el rumbo de la economía, y también las alternativas de la política. Ignorar esa cifra que los medios de comunicación informan a diario equivale a quedar excluidos de la vida política. Unos y otros atan su suerte al dólar. 

Por qué las culturas monetarias importan.

La cultura es una palabra maldita a la hora de analizar el lugar del dólar en la sociedad argentina. Movilizada para iluminar cierta tendencia irreversible de la “preferencia” de los argentinos por la moneda norteamericana o estigmatizada como fuente de la ignorancia que oculta los verdaderos comportamientos racionales de los agentes económicos que orientan esta predilección. Ni una cosa ni la otra. Las tesis arriba esbozadas nos proporcionan argumentos para poner en cuestión ambas posturas. Por un lado, la socio-historia de la popularización del dólar en la sociedad argentina muestra que el lugar que adquirió la moneda norteamericana fue un proceso lento y de larga duración. Por lo tanto, como todo proceso de esta naturaleza es susceptible de revertirse, transformarse, se encuentra lejos de ser un hecho inamovible. Por otro lado, la imagen de actor racional es “desperfecta” con respecto a una cultura monetaria que aloja significados y usos del dólar no tan evidentes.  

El estudio de las culturas monetarias importa porque las personas no son una tabula rasa en sus relaciones con el dinero ni el dinero funciona en la vida social siempre de la misma manera sin importar el contexto y el lugar. Esta perspectiva nos lleva a comprender junto con el término de bimonetarismo que cualquier regulación y política monetaria se enfrenta al dato sociológico clave que el dólar asume el estatus de “moneda popular”. Y, además, nos permite señalar que el problema recurrente que la restricción externa habilita es la retroalimentación de una cultura monetaria en la cual la popularización y la politización del dólar se refuerzan mutuamente.

Por ultimo, con estas tesis a mano podemos dar un paso más y descubrir los significados y usos políticos de la moneda norteamericana forjada por la popularización del dólar en nuestro país y que no son evidentes para conceptos como el de bimonetarismo o para perspectivas que niegan la importancia de las culturas monetarias.  

Este descubrimiento del significado y uso político del dólar lleva a considerar la desdolarización como un modo de construir la protección de la sociedad redefiniendo el rol del Estado. Así, las regulaciones al mercado cambiario dejan de ser una política aislada y salvadora para ser una decisión integrada a un conjunto de acuerdos que atañen a la seguridad social, el acceso a la vivienda y la educación, la reducción del trabajo y la economía informal, la creación de instrumentos financieros tanto para el desarrollo de las PYMES como para el bienestar de las familias.

Las decisiones de política monetaria que atañen a las regulaciones del mercado cambiario deberían ser acompañadas de esta comprensión histórica y sociológica del rol del dólar para proponer una narrativa inclusiva, global y de largo plazo.

Ariel Wilkis

Decano IDAES-UNSAM e investigador independiente CONICET