Brechas de género en el acceso al financiamiento y en la administración de las deudas de las familias

En la última década, la inclusión financiera ganó protagonismo en la agenda de trabajo de organismos multilaterales, tales como las Naciones Unidas, el Banco Mundial, el G20. En simultáneo, un número creciente de países estableció objetivos y estrategias de inclusión y educación financieras como parte de sus acciones enfocadas a la reducción de la pobreza y la promoción de la estabilidad y el desarrollo de sus sistemas financieros.

Si bien el sector financiero formal fue ganando profundidad, tanto en los países de ingresos altos como en desarrollo, el desafío de consolidar este proceso aún es importante. Colaboró en el progreso reciente, además de las políticas gubernamentales, el impulso que cobraron los pagos digitales y una nueva generación de servicios financieros a los que se accede a través de teléfonos celulares e internet.

Gráfico 1. Indicadores de inclusión financiera (% de personas adultas)

Para que una estrategia de inclusión y educación financiera sea efectiva, se requiere de un sólido trabajo de recolección de datos de diagnóstico, los cuales contribuirán en el diseño e implementación de políticas precisas para tales fines. Partiendo del hecho de que el grado de penetración y conocimiento de los servicios financieros está influido, entre otros, por factores económicos, psicológicos y sociales, existen diversas dimensiones que necesitan considerarse al momento de efectuar la correcta evaluación de los determinantes en la inclusión financiera. Si bien estos elementos varían entre países según el contexto, aún es posible identificar factores comunes. Una de estas dimensiones es el análisis de la penetración de los servicios financieros desde una perspectiva de género.

El presente artículo examina una reciente publicación, “Gendered debt – a scoping study review of research on debt acquisition and management in single and couple households” de Julia Callegari, Pernilla Liedgren y Christian Kullberg, en la que se difunden los resultados de la revisión general de la literatura existente acerca del acceso al financiamiento y la administración de deudas de las familias. También procura identificar patrones generadores de desigualdad específicos de género. Para dar soporte a las principales conclusiones del trabajo, complementamos esta revisión con datos estadísticos generados por la Encuesta Global Findex del Banco Mundial.1  

De acuerdo con la literatura analizada en el trabajo,2 las decisiones sobre endeudamiento rara vez se toman de manera conjunta en las parejas. Los hombres tienen usualmente el control de las decisiones financieras relacionadas con los créditos y suelen acumular mayores deudas, de manera directa, mediante préstamos para cubrir grandes gastos del hogar, como la compra de televisores o autos, e indirectamente, a través de sus parejas cuando su situación crediticia no lo hace sujeto calificable para la toma de préstamos.

El rol central del hombre en la toma de decisiones económicas de relevancia se evidencia tanto en los hogares de ingresos altos como en los de ingresos bajos. Sin embargo, en estos últimos, especialmente vulnerables en la adquisición de deudas, son frecuentemente las mujeres las  responsables de la administración diaria de los gastos.

A su vez, el control de la pareja masculina sobre la economía intrafamiliar puede explicarse, en cierta medida, por la teoría del poder conyugal derivada de los ingresos. La división del poder dentro de un hogar es, según este marco teórico, dependiente de los ingresos aportados por cada “socio”. Desde esta perspectiva, los sistemas de asignación basados ​​en el control masculino se explican, principalmente, por la posición tradicional del hombre en el mercado laboral. Condiciones de trabajo más igualitarias deberían, entonces, resultar en hogares más igualitarios. Si bien existen estudios que identifican un ligero aumento en los últimos años de la participación femenina en las decisiones financieras domésticas, no se observa que el incremento de la proporción de las mujeres en la fuerza laboral haya resultado automáticamente en un mayor control de éstas sobre la economía intrafamiliar. En consecuencia, la literatura identifica mecanismos adicionales que afectan la forma en que las parejas se organizan en relación con los temas económicos, como las expectativas de género y estereotipadas con respecto al comportamiento financiero de mujeres y hombres.

Factores ideológicos detrás del comportamiento financiero de mujeres y hombres

Una serie de artículos sostiene que la cultura, la ideología y las imágenes discursivas del hombre sostén de la familia y la mujer ama de casa son factores de poder ocultos que afectan las decisiones económicas domésticas.

Esta dicotomía se evidencia a nivel del hogar en la estructura del endeudamiento. Las mujeres tienen más probabilidades de tener deudas relacionadas con el consumo y las tarjetas de crédito, mientras que los hombres tienden a endeudarse más por negocios, por pensiones alimenticias impagas o por deudas con el Estado. En efecto, analizando los datos difundidos por el Banco Mundial, “Global Findex” de 2017, se observa que a nivel global 12% de los hombres adultos informan haber recibido financiaciones a través de entidades financieras, contra 9% de las mujeres. La brecha relativa se reduce cuando se incorporan las tarjetas de crédito como fuente de financiamiento formal. Por destino de los préstamos, 13% de los hombres declara haber recibido financiaciones con destino a la apertura o ampliación de negocios, en comparación con el 10% de las mujeres. La brecha por género prácticamente desaparece cuando se analizan las financiaciones destinadas a solventar gastos de salud.

Gráfico 2. Indicadores de acceso al financiamiento por género. Año 2017 (% de personas adultas)

Esto no hace más que reflejar la organización tradicional de la economía intrafamiliar, en la que mujeres y hombres están asignados a esferas de responsabilidad diferentes. Es más probable que las mujeres sean responsables de administrar los pagos diarios, priorizando los gastos en alimentación y los relacionados con los niños y las niñas. Ello explicaría por qué en hogares de ingresos bajos el sexo femenino pareciera tener un rol más activo en las decisiones económicas: en estas familias los ingresos apenas alcanzan a cubrir, si es que lo hacen, los gastos asociados a las necesidades básicas del hogar y de los menores de edad. Este comportamiento está relacionado a los rasgos de altruismo y autosacrificio que típicamente se asigna a las mujeres como actor financiero. En tanto, el hecho de que las deudas que asume el hombre están sesgadas a aquellas relativas a un negocio o a las compras del hogar más onerosas (como un automóvil) está estrechamente ligado con la expectativa estereotipada de género de que los hombres son emprendedores y actores financieros que asumen riesgos y menos orientados a la familia en su comportamiento financiero.

A nivel social también se reproducen comportamientos que reflejan la noción del hombre como sostén de familia y de la mujer como ama de casa. El acceso desigual al mercado de trabajo, la brecha de ingresos y la licencia parental, son algunos de ellos. En general, las mujeres tienen salarios más bajos y es más probable que trabajen a tiempo parcial. También poseen menos activos domésticos acumulados que los hombres y es más probable que se queden en casa y se ocupen de sus hijos e hijas. En caso de separación, las mujeres asumen, por tanto, un mayor riesgo de endeudarse.

Responsabilidad en la gestión de las deudas y búsqueda de asesoramiento financiero

La literatura revisada encuentra que en los hogares que experimentan dificultades financieras las mujeres suelen ser las responsables de la administración de las deudas. Esto reflejaría la mayor responsabilidad financiera de las mujeres y la mayor capacidad para gestionar recursos escasos. Las investigaciones analizadas también sugieren que las mujeres son más propensas a buscar ayuda profesional cuando se encuentran en dificultades financieras, tanto por su sentido de responsabilidad frente al endeudamiento, como por las normas sociales imperantes respecto del rol estereotipado de mujeres y hombres.

Se reconoce que una situación de estrés financiero causa sentimientos de angustia, ansiedad y vergüenza para mujeres y hombres que derivan en una mayor insatisfacción en la relación y un mayor riesgo de divorcio o separación. Sin embargo, desde una perspectiva de género, se observan diferencias en: (i) la percepción del estrés financiero; (ii) la valoración subjetiva de la situación económica y; (iii) los sentimientos hacia uno mismo y su pareja.

La división de responsabilidades por género en la administración de los pasivos familiares crea riesgos de mayor angustia emocional para las mujeres, según el reporte que ellas mismas han hecho en algunos  de los estudios empíricos analizados. Además, las mujeres tenderían a percibir un mayor nivel de deuda que su pareja masculina por múltiples razones: sentirse el único responsable de la gestión financiera del hogar, asumir las deudas tras una separación, consumir más que los hombres a crédito y, en consecuencia, tener mayores niveles de endeudamiento y sentir limitadas posibilidades de mejora dadas las diferencias de acceso al mercado laboral. Influye también el hecho de que es generalmente más aceptable para las mujeres hablar abiertamente sobre las dificultades financieras.

Con todo, los resultados muestran que el acceso desigual al financiamiento, la forma y los niveles de endeudamiento, la gestión y la percepción de la carga de las deudas y la predisposición a buscar asesoramiento financiero difieren entre mujeres y hombres. Los mecanismos de género que operan a nivel familiar y social desempeñan un papel importante en las decisiones financieras domésticas. Estos mecanismos de género están asociados a factores manifiestos como, por ejemplo, las diferencias de ingresos entre mujeres y hombres, y factores latentes, imágenes discursivas y expectativas estereotipadas de género.

En consecuencia, cerrar la brecha de ingresos por género es condición necesaria, aunque no suficiente, para sentar bases firmes para el desarrollo de un sistema financiero inclusivo e igualitario. Los factores subyacentes que determinan diferentes comportamientos financieros entre mujeres y hombres son tan o más importantes que los asociados a los ingresos relativos. Para comprender mejor la relevancia de estos factores basta con analizar, con perspectiva de género, la percepción de la capacidad de recuperación financiera de las personas ante gastos inesperados. La encuesta “Global Findex” de 2017 del Banco Mundial preguntó a los encuestados si sería posible obtener una cantidad equivalente a 1/20 del ingreso nacional bruto per cápita en moneda local dentro del próximo mes. A nivel global el 59% de los hombres y 5 de cada 10 mujeres informaron que sería posible obtener esta cantidad, es decir, una brecha de 9 puntos porcentuales (p.p.) en la percepción de resiliencia financiera. Esa brecha se hace más notoria en los países de ingresos medios y bajos.

En Argentina, de acuerdo a los resultados de la Encuesta de Medición de las Capacidades Financieras de 2017, desarrollada por el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) en colaboración con el Banco Central de la República Argentina (BCRA),3 el 26% de las mujeres declaró estar en condiciones de afrontar un gasto imprevisto (equivalente al ingreso mensual personal) frente al 36% de los hombres.

Gráfico 3. Percepción de la capacidad de recuperación financiera (% de personas adultas)

Esa sensación de menor respaldo financiero en caso de emergencia condiciona desde el inicio las decisiones de las personas, tornándolas más cautas en su accionar y limitando posiciones actitudinales generalmente necesarias para progresar económicamente. Es decir, el conjunto de factores analizados determina percepciones y actitudes con relación a las finanzas personales diferentes entre mujeres y hombres que requieren el diseño de medidas de inclusión financiera siguiendo estrategias de abordaje con perspectiva de género, para alcanzar una mayor eficacia en la implementación y diseño de políticas públicas. En este sentido, vale la pena destacar las acciones del BCRA en la recolección de información y análisis relativos a la inclusión financiera desagregada por género, que permiten mejorar el diagnóstico del funcionamiento del sistema financiero y, con ello, el diseño de políticas adecuadas. Además de la Encuesta de Medición de las Capacidades Financieras antes mencionada, en los Informes de Inclusión Financiera4 de difusión semestral se recopilan sistemáticamente las estadísticas de inserción financiera con perspectiva de género.

Gerencia Principal de Estudios Económicos – BCRA


Referencias

Adolfo Barajas; Thorsten Beck; Mohammed Belhaj; Sami Ben Naceur. 2020. Financial Inclusion: What Have We Learned So Far? What Do We Have to Learn? IMF Working Papers

Demirgüç-Kunt, Asli, Leora Klapper, Dorothe Singer, Saniya Ansar, and Jake Hess. 2018. The Global Findex Database 2017: Measuring Financial Inclusion and the Fintech Revolution. Washington, DC: World Bank. doi:10.1596/978-1-4648-1259-0. License: Creative Commons Attribution CC BY 3.0 IGO

Julia Callegari, Pernilla Liedgren & Christian Kullberg (2020) Gendered debt – a scoping study review of research on debt acquisition and management in single and couple households, European Journal of Social Work, 23:5, 742-754, DOI: 10.1080/13691457.2019.1567467

1 Global Findex es una base de información que compila los resultados de encuestas representativas a nivel nacional realizadas a más de 150 mil adultos con edades a partir de 15 años en más de 140 países. Las encuestas proporcionan indicadores actualizados sobre el acceso y el uso de servicios financieros  formales e informales.

2 Se seleccionaron 44 trabajos a partir de una búsqueda mediante palabras clave y en cadena y aplicando ciertos criterios de exclusión/inclusión. Están igualmente representados en las referencias estudios cuantitativos y cualitativos y la mayoría presentan material empírico autoinformado recopilado a través de entrevistas o cuestionarios. Todas las referencias se centraron sólo en las relaciones heterosexuales, por lo que los autores resaltan que se requieren de investigaciones que examinen los comportamientos en hogares conformados por parejas del mismo sexo.

3  La encuesta de cobertura nacional incluyó 1.224 personas mayores a 18 años y basó su metodología en base a desarrollos previos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Para mayor detalle sobre la metodología y resultados, ingresar aquí.

4 Para acceder a los Informes de Inclusión Financiera, ingresar aquí.