La pandemia y las medidas implementadas para mitigar sus efectos sanitarios forzaron cambios en la forma de trabajar de muchas personas. En este contexto, tanto en Argentina como en el resto del mundo, la proporción de trabajadores que realizan tareas laborales desde sus hogares se incrementó fuertemente. Esta modalidad, que permitió sortear las restricciones de movilidad amortiguando su impacto en la actividad económica, se perfila (sujeta a cambios y mejoras) a perdurar más allá de lo que dure la pandemia.1
El teletrabajo, definido como “el uso de tecnologías de la información y las comunicaciones para trabajar fuera de las instalaciones del empleador” (Eurofund y OIT, 2019), no puede considerarse como una metodología de trabajo nueva. Este régimen laboral venía ganando terreno en las últimas décadas, en mayor o menor medida, en todas las economías del mundo. Lo novedoso es su utilización en forma masiva durante el contexto de la pandemia de COVID-19. Este fenómeno permitió amortiguar los efectos de las medidas de confinamiento y distanciamiento social en la actividad de muchos sectores de la economía.
Si bien el aumento del teletrabajo fue generalizado a nivel mundial, los países más afectados por el virus y los que poseían mayores niveles de teletrabajo prepandemia fueron los que registraron los niveles más altos de dicha modalidad. A modo de ejemplo, aproximadamente el 60% de las y los trabajadores finlandeses trabajaron desde sus casas en el pico de la pandemia. Los niveles de teletrabajo en América Latina, a pesar de haber sufrido un fuerte impacto epidemiológico, resultaron significativamente menores. En Chile, el 20,3% de las y los ocupados trabajaron desde sus hogares entre abril y junio de 2020. En Uruguay, donde la primera ola tuvo un impacto leve en términos relativos, el 19,3% de las personas que teletrabajaron durante abril de 2020 pero ese porcentaje fue disminuyendo con el transcurso de los meses.
En la Argentina, la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que lleva adelante el Instituto de Estadísticas y Censos (INDEC) de forma trimestral, permite analizar el fenómeno del teletrabajo2 desde diferentes perspectivas. Durante el primer trimestre de 2020 (prepandemia) el porcentaje de personas ocupadas que realizaban sus tareas laborales desde su vivienda alcanzó el 6,1% del total, mientras que en los dos trimestres posteriores, impulsado por la suba de casos de COVID-19 y la implementación del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO), este indicador escaló hasta 22,2% y 21,9%, respectivamente. Durante el cuarto trimestre de 2020, el porcentaje de personas empleadas que realizó sus tareas laborales desde su vivienda se mantuvo por arriba del 20% a pesar de la relajación en las restricciones de movilidad derivada por la fuerte caída en la curva de contagios.
A través de la geografía argentina el teletrabajo experimentó algo similar a lo sucedido en el ámbito internacional. Si bien el teletrabajo aumentó significativamente en todas las regiones, se destacó en aquellas en las que la situación epidemiológica fue más compleja y cuyos niveles previos de teletrabajo eran más elevados antes de la irrupción del COVID-19. En el GBA y la región Pampeana, se alcanzaron los mayores niveles de teletrabajo del país (25,5% en III-20 y 21,7% en II-20, respectivamente; ver Gráfico 1).
Gráfico 1. Teletrabajo por región y categoría ocupacional

Desde una perspectiva ocupacional se observa que fueron, en gran medida, las y los asalariados formales los que impulsaron el fuerte aumento del teletrabajo durante la pandemia (Ver Gráfico 1). Si bien no constituyen la categoría ocupacional que alcanzó el mayor nivel de teletrabajo (fue el cuentapropismo), son los que tuvieron el crecimiento más abrupto, ya que partieron de un nivel casi nulo en la prepandemia. Este efecto, sumado a que son la categoría ocupacional más relevante en cuanto a la cantidad de puestos de trabajo, explica el alto impacto que han tenido las personas asalariadas formales en el nivel general.
Analizando el fenómeno del teletrabajo desde una perspectiva de género observamos que previo a la irrupción de la pandemia, las mujeres que trabajaban desde sus hogares más que duplicaban el porcentaje correspondiente a los hombres (8,5% y 4,1% respectivamente para el primer trimestre del 2020). Esto sumado a un mayor crecimiento del teletrabajo femenino en el contexto de la pandemia, da por resultado que al cuarto trimestre de 2020 el 29,3% de las trabajadoras realizaban sus tareas laborales desde su vivienda, mientras que dentro de los hombres este porcentaje alcanzaba sólo el 13,1%.
En cuanto al perfil educativo, el mayor dinamismo se dio en las personas ocupadas con mayor formación (Ver Gráfico 2). Por un lado, dentro del grupo con primario completo directamente no se visualizó un cambio a partir de la irrupción de la pandemia. Por el otro, la variación dentro de las y los ocupados con estudios secundarios completos resulta poco significativa si se la compara con el fuerte crecimiento observado dentro del grupo con estudios terciarios/universitarios y del grupo con estudios de postgrado. Dada la forma abrupta en la que se dio este cambio de modalidad laboral es natural que las y los trabajadores con mayor educación, y por ende mayor conocimiento (y tenencia) en lo que refiere a las tecnologías de la información y comunicación necesarias para teletrabajar, hayan experimentado un crecimiento desproporcionado respecto a las y los trabajadores con menores niveles educativos.
Gráfico 2. Teletrabajo por género y nivel educativo

La dinámica sectorial se vio influenciada eminentemente por las características intrínsecas de las tareas laborales de cada rubro. En su mayoría, las tareas desarrolladas en sectores como la construcción, el transporte y la salud requieren un alto grado de presencialidad para poder llevarse a cabo. Por el contrario, en rubros como la enseñanza, actividades profesionales, comunicaciones e intermediación financiera el terreno es mucho más fértil. Es en estos sectores donde se observó un fuerte crecimiento del teletrabajo durante la pandemia.
Como fuera mencionado anteriormente, la abrupta implementación de restricciones a la movilidad debido a la situación de emergencia sanitaria impulsó tanto a individuos empleadores como personas trabajadoras a adaptarse a una nueva forma de realizar sus tareas laborales contando con muy poco tiempo de preparación. La urgencia de este cambio impidió que este se desarrollara de acuerdo con las mejores prácticas. En un estudio sobre el impacto del COVID-19 realizado por el INDEC entre agosto y octubre de 2020 en la región del AMBA se detalla que sólo el 9,4% de las y los trabajadores que realizan las tareas laborales desde su vivienda lo hace con equipamiento provisto por su empleador/a y en un ambiente de uso exclusivo. El 42,3% de las y los teletrabajadores utilizan equipamiento propio en un ambiente de uso compartido con otros miembros del hogar. Esta situación llevó a que de forma expeditiva se tratara y promulgara a través del Congreso Nacional la Ley de Teletrabajo (Ley 27555). En dicha ley, que entró en vigor el 1 de abril de este año, se estipulan los derechos y obligaciones tanto de las y los empleadores como de las y los trabajadores que desarrollan su relación laboral a distancia.
Lo sucedido durante el cuarto trimestre de 2020, en el cual se redujo el nivel de contagios, se relajaron restricciones y a pesar de ello se mantuvo el porcentaje de teletrabajadores/as en niveles muy altos, puede ser indicativo de que este cambio en la modalidad laboral, que en principio se percibió como transitorio, resulte más permanente de lo esperado. Es indispensable, de confirmarse esta tendencia una vez superada la pandemia, que el teletrabajo se vaya adecuando rápidamente a lo estipulado en la Ley 27.555. Condiciones como la voluntariedad, reversibilidad, derecho a la desconexión y la intimidad, respeto de la jornada laboral, provisión de equipamiento, soporte y mantenimiento, entre otras, son fundamentales para que el teletrabajo pueda desarrollarse de forma exitosa en un futuro cercano.
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Bibliografía
“El teletrabajo durante la pandemia de Covid-19 y después de ella – Guía Práctica” OIT (2020).
“Panorama laboral 2020- América Latina y el Caribe” OIT (2020).
“Estudio sobre el impacto de la Covid-19 en los hogares del Gran Buenos Aires – Segundo informe de resultados” INDEC (2020).
“Mercado de trabajo. Tasas e indicadores socioeconómicos (EPH) – Cuarto trimestre de 2020” INDEC (2021).
1 El siguiente posteo fue extraído de uno de los apartados del Informe de Política Monetaria de mayo de 2021.
2 La EPH no permite identificar de manera precisa, según la definición de la OIT, a los teletrabajadores. En este apartado utilizamos, como aproximación de este concepto, a las personas ocupadas que realizan sus tareas laborales principalmente desde sus viviendas.